“Brujería” y “eficiencia artística” (y II)

Había dejado el post anterior en suspenso, bueno, mejor dicho “en pausa”. Había prometido hablar de algo llamado “eficiencia artística” (si es que esta existe). Como resumen de lo ya acontecido diré que tras ver una adaptación de “La Odisea” por parte de Rafael Álvarez “El Brujo” sentí que había asistido a un espectáculo entretenido y “muy eficiente” – en el buen sentido de la palabra-. Tras hacer un mal ejercicio de “ingenería inversa” entendida a mi manera, creo que estos son los puntos en los que se basa el secreto de la “brujería”. Cada punto, por supuesto, va acompañado de un ejemplo en el que creía notar la cadencia de este “método”.

1. La identificación rápida de público (¿le gusta el drama o la comedia?): nada más comenzar la obra el actor hizo mención a una nueva teoría sobre la autoría de “La Odisea” que “se encontró en Wikipedia”. La carcajada sincera mostraba un público divertido.

2. La “morcilla fática”: inclusión de “morcillas” primero referidas al texto que se alejaban progresivamente del guión establecido con el objeto de tantear al público y provocar el estallido de risa previo a una calma en la que se incluiría el texto “canónico”.

Los clásicos sí que sabían de ingeniería aplicada al teatro

3. La búsqueda de la complicidad pasiva: “Ustedes son mejores que los de la semana pasada”. Varias veces dijo esto el intérprete. Si se reconoce y se loa el nivel de un público se obtiene su aprobación y su atención.

4. El reproche amable: tal y como estaban las cosas bien podría el respetable haber demandado más, con perdón, coñas. Pero también hay que ceñirse al libreto. Así que bastaba con reprochar, con mucha amabilidad y cortesía, que en la platea nadie seguía el texto clásico. Especialmente efectivo fue cuando, sin rodeos, el actor pidió silencio y respeto para su parte preferica, que recitó con la pasión debida. Más tarde volvería a las bromas.

A falta de un estudio más profundo (tampoco quiero aburrir el lector, aunque también confieso que tampoco la mente me llega a más de cuatro puntos) diría que esos son los rasgos que me hacen pensar que existe esa “eficacia artística”. Claro, también puede que sea mi imaginación. A lo mejor debería poner en práctica la técnica aunque no… no creo que ese sea el secreto de “El Brujo”. Si lo fuese ¿por qué el que ha descubierto con soberbia y petulancia la quintaesencia de su magia tiene ganas de asistir a otro de sus espectáculos?

P.S.: Para que luego un par de espectadores encima dijera, al salir de la representación, que en este montaje el señor Álvarez “no había estado tan bien como en otros” (dichoso público…).